Grande fue la sorpresa al ver el cañón del Sonche en llamas, debido a que un campesino pretendió aprovechar del clima extremadamente seco para renovar el pasto en su parcela, quemándolo, y no pudo controlar el fuego. El cañón quedó ardiendo la noche entera y siguió humeando hasta el día de hoy, ocasionado un desastre para la flora y fauna que demorará años en recuperarse.

Ante el hecho no queda como consuelo que en todo Amazonas estén quemando los pastos y las lomas con vegetación arbórea y arbustiva para ampliar su frontera agrícola. Tampoco es un consuelo que en esta zona las lomas se hayan convertido en áreas productivas sin barreras naturales. Este panorama de daño ecológico es más grave que el observado en San Martín, departamento que aparentaba ser el campeón en deforestación y destrucción del medio ambiente.

Estas quemas, la pérdida de masa verde, los humos y finalmente la descomposición de lo que no se quemó por completo, es un enorme aporte de los peruanos a la producción de los Gases de Efecto Invernadero, que podría ser fácilmente evitable.

Hoy ya no es cuestión de quién haya comenzado, quién emite más, el norte o el sur, los grandes o los pequeños. Como el cambio climático afecta a todos por igual, en especial a los pequeños productores en los andes, es tarea de todos evitar sucesos como éste, que atenten con la ecología de manera drástica.

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