Escribe Pablo Peña, Desde la COP21
Para llegar al esperado Acuerdo de París —el nuevo régimen climático global—, los países se enfrascaron en una discusión compleja sobre el incremento de temperatura que estamos dispuestos a aceptar. Aquí la explicación de lo que esto significa usar la meta de 1.5°C o 2°C, así como lo que decidieron los países en París.
Qué dice la ciencia
Como sabemos, el incremento de la temperatura promedio global tiene causa directa en el cambio climático. Desde hace más de un siglo, a partir de la Revolución Industrial, nuestras actividades intensas en emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), como el CO2, empezaron a aumentar la concentración de estos gases en la atmósfera. Antes de la Revolución Industrial, la concentración atmosférica de CO2 promedio global se calcula que era alrededor de 280 partes por millón. En comparación, este año —por primer vez en la historia desde que los humanos estamos en este planeta— la concentración global promedio de CO2 llegó a la alarmante cifra 400 partes por millón.
Mayor concentración de GEI significa mayor temperatura global y, por ende, mayores riesgos para la vida en la Tierra. Actualmente, el planeta ha llegado a una temperatura cerca de 1°C mayor que en la era preindustrial, y se sigue calentando más. Según el Panel de Expertos en Cambio Climático (IPCC), si continuamos como siempre, hacia el 2100 podríamos llegar a escenarios de entre 3°C o 4°C por encima de los niveles preindustriales. Lo peor de estos escenarios no es solo que se elevan las probabilidades de eventos extremos como el fenómeno El Niño, o se eleve el nivel del mar sumergiendo a las islas del Pacífico, sino que los modelos se vuelven incapaces de predecir qué pasaría.
De acuerdo con un reporte de este año del SBSTA, grupo científico la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, sería inadecuado considerar “seguro” un incremento de 2º°C en la temperatura promedio global.
Los compromisos nacionales (o INDC)
De acuerdo con el informe encargado a la secretaría de la Convención Marco para que sume los efectos estimados de 119 compromisos nacionales, o INDC en la jerga climática, no estamos en camino a la meta de 2°C y mucho menos a la de 1.5°C. Otros estudios han determinado que, implementando al 100% todos esos compromisos, estamos en realidad en ruta a 3°C de incremento de la temperatura.
Según estudio presentado en un side event, esta COP21 sobre “carbon budgets” en la atmósfera, a menos que creamos que podremos escalar tecnologías para capturar carbono (un sueño lejano), la meta de 1.5°C es prácticamente imposible de alcanzar. Incluso, las probabilidades de no sobrepasar la meta más conservadora de 2°C, basados en los INDC actuales sobre los que se construye el Acuerdo de París, son pocas, alrededor de 33% solamente.
Para mantener esta probabilidad, de acuerdo con Kevin Anderson de la Universidad de Manchester, necesitaríamos de un plan radical, enfocado en producir 100% energía carbono-cero hacia el 2050, y principalmente ejecutado por los que más emiten, como China, Estados Unidos, la Unión Europea y la India. Si quisiéramos tener algo de probabilidades de no superar la meta de 2°C, solo tendríamos espacio para emitir menos de mil millones de toneladas de CO2 en el futuro. Suena bastante pero en realidad es poco; si las INDC se mantienen como están, usaríamos ese espacio en tan solo 20 años.
La discusión en París
Justamente, uno de los temas más discutidos en la negociación de la COP21 fue si deberíamos adoptar la meta común a largo plazo de 1.5°C o de 2°C como límite de incremento de la temperatura global promedio. El tema ha estado muy dividido. Por un lado, la sociedad civil y varios otros países en vías de desarrollo, particularmente las islas pequeñas, han estado empujando una meta más segura de 1.5°C. Por otro, varios países desarrollados y otros dependientes del petróleo buscaron una meta más conservadora de 2°C.
Por años, los discursos de muchos países alrededor de las negociaciones climáticas, con excepción de los grupos de países de pequeñas islas, se refirieron a la meta de 2°C que en esta conferencia fue fuertemente cuestionada. En la COP21, algunos países empezaron a empujar fuerte la “Coalición para la Alta Ambición” para exigir, entre otras cosas, que la meta global sea de 1.5ºC, y así evitar los peores efectos del cambio climática. Muchos expertos y observadores vieron esto como un efecto positivo de la gran presión de la sociedad civil hacia una meta más segura. Sin ser un grupo negociador, esta “coalición” fue ganando momentum hacia los días finales de la conferencia y países importantes como Brasil se sumaron en los últimos días, llegando en total a más de 100 países. Estados Unidos también se sumó pero manteniendo su posición de que los 2°C sean el hilo conductor principal.
¿Decidieron 1.5°C o 2°C? Ambos… más o menos
El consenso final fue incluir ambas temperaturas de la siguiente manera:
“Este Acuerdo (…) busca fortalecer la respuesta global a la amenaza del cambio climático, (…) incluyendo a través de:
- Contener el incremento de la temperatura global promedio bien por debajo de los 2°C encima de los niveles pre-industriales y seguir esfuerzos para limitar el incremento de la temperatura a 1.5°C encima de los niveles pre-industriales, reconociendo que esto reduciría significativamente los riesgos e impactos del cambio climático” (art. 2, inciso 1, (a))
En otras palabras, los países estaremos obligados legal y colectivamente a no sobrepasar el límite de 2°C pero también a “seguir esfuerzos” para el límite de los 1.5°C. Este fraseo es lo que quedó luego de concesiones mutuas entre los que perseguían una y la otra meta, pero podría ser visto por varios que buscaban mayor ambición como un fracaso.
En cualquier caso, una pregunta se vuelve evidente: si la ciencia nos dice que es prácticamente imposible mantener una meta de 1.5°C, ¿por qué el empuje de varios países y sociedad civil para colocarlo en el texto final? En palabras del científico Steffen Kallbekken, Director de Investigación de CICERO, “La meta de 2°C y seguir esfuerzos para (…) 1.5°C, es aspiracional. (…) Cuando los [INDC] entre en vigencia en el 2020, probablemente habremos usado todo el “carbon budget” consistente con un calentamiento de 1.5°C. Necesitamos [un mecanismo para] actualizarlos mucho antes de 2030”.
La Decisión de la COP21 que adopta el Acuerdo de París reconoce la preocupación de que los INDC, como están, no nos conducen a un camino de 2°C y mucho menos 1.5°C (ver párrafo 17, pág. 3 del paquete de París). Por eso, deciden “convenir un diálogo entre las partes en el 2018 para hacer un balance de los esfuerzos colectivos de las partes en relación con el progreso hacia la meta [del Acuerdo de París], y para informar la preparación de contribuciones nacionalmente determinadas…” (ver párrafo 20, pág. 4 del paquete de París). Hubiese sido mejor tener un mandato claro para que los países revisen y envíen nuevos y mejores contribuciones nacionales antes de 2020 pero, aunque débil, el reconocimiento de que no estamos donde deberíamos estar y que debemos hacer más —pronto— es una señal en la dirección correcta.
Más allá de los números, lo importante es que el camino está señalado. Ahora, queda poner manos a la obra y trabajar en implementación dentro de cada uno de los países. El nuevo Acuerdo de París no es el final del proceso, sino el piso sobre el cual hay que empezar a construir con ambición.
(Foto: COP Paris / Flickr bajo licencia Creative Commons)