Las salamandras salvajes que viven en algunos de los mejores hábitat de América del Norte se están haciendo cada vez más pequeñas conforme su entorno se vuelve más cálido y más seco, obligándolas a quemar más energía en ese clima cambiante, según concluye un nuevo estudio publicado en ‘Global Change Biology’.
La investigación, que examinó especímenes de museo recogidos en las montañas Apalaches, en el este de América del Norte, entre 1957 y 2007 y salamandras salvajes en los mismos sitios entre 2011y 2012, revela que esta especie de anfibio a partir de 1980 es un 8 por ciento más pequeño que sus homólogos de las décadas anteriores.
Los cambios fueron más marcados en los Apalaches del Sur y en las alturas más bajas, escenarios donde los registros climáticos muestran en detalle que el clima se ha calentado y secado. Los científicos ya han predicho que algunos animales se irán reduciendo en tamaño en respuesta al cambio climático y estos resultados son una fuerte confirmación de esa predicción.
«No sabemos si esto es un cambio genético o una señal de que los animales son lo suficientemente flexibles como para adaptarse a las nuevas condiciones», afirma Lips. «Si estos animales se están adaptando, nos da la esperanza de que algunas especies serán capaces de mantenerse con el cambio climático», celebra la autora de este estudio, que fue motivado por el trabajo del profesor emérito de la Universidad de Maryland Richard Highton, quien comenzó a recoger salamandras en los Montes Apalaches en 1957.
«Este es uno de los índices más grandes y rápidos de cambios registrados en un animal», destaca la autora principal de este trabajo, Karen R. Lips, profesora asociada de Biología en la Universidad de Maryland, en Estados Unidos. «No sabemos exactamente cómo o por qué está sucediendo, pero nuestros datos muestran claramente una correlación con el cambio climático», agrega esta experta, quien también señala que está sucediendo en un momento en que las salamandras y otros anfibios están en peligro, con algunas especies en vías de extinción y otras en disminución en cuanto a su número.
Entre el verano de 2011 y la primavera de 2012, Lips y sus estudiantes capturaron, midieron y tomaron muestras de ADN de salamandras salvajes en 78 de los sitios de recolección de Highton en Maryland, Virginia, West Virginia, Tennessee y Carolina del Norte. Mediante técnicas relativamente nuevas para el análisis de ADN de los especímenes preservados, no encontraron prácticamente ninguna enfermedad fúngica en los especímenes de museo o los animales vivos.
Sin embargo, entre 1957 y 2012, seis especies de salamandras eran significativamente más pequeñas, mientras que sólo una se hizo un poco más grande. En promedio, cada generación fue un 1 por ciento más pequeña que la generación de sus padres, según hallaron los investigadores, quienes vieron también que estos anfibios se redujeron más en los sitios del sur, donde las temperaturas aumentaron y las precipitaciones disminuyeron durante el tiempo de estudio de 55 años.
QUEMAN MÁS ENERGÍA
Para saber cómo afecta el cambio climático a los animales, el biólogo de la Universidad de Clemson, en Carolina del Sur, Estados Unidos, Michael W. Sears usó un programa informático para crear una salamandra artificial, lo que le permitió estimar la actividad diaria de una salamandra típica y el número de calorías que quema. Mediante registros climáticos detallados de los sitios de estudio, Sears pudo simular el comportamiento minuto a minuto de salamandras individuales según las condiciones meteorológicas en sus lugares de origen durante su vida.
La simulación mostró que las salamandras modernas eran tan activas como sus antepasados, pero que para mantener esa actividad tuvieron que quemar entre un 7 y un 8 por ciento más de energía. El metabolismo de sangre fría de estos animales se acelera conforme las temperaturas aumentan, explica Sears.
Para obtener esa energía extra, las salamandras deben hacer concesiones, añade Lips, de forma que pueden pasar más tiempo en busca de alimento o descansando en los estanques fríos y menos tiempo buscando compañeros con los que aparearse. Además, los animales más pequeños pueden tener menos crías y ser más fácilmente interceptados por los depredadores.
El próximo paso del equipo de investigación será comparar las especies de salamandras que son cada vez más pequeñas a las que están desapareciendo de las partes de su área de distribución. Si coinciden, el equipo estará un paso más cerca de entender por qué las salamandras están disminuyendo en tamaño en una parte del mundo que una vez fue un refugio para ellas.