Según las encuestas, la mayoría de peruanos piensa que la COP20 fue un fracaso… ¿Tienen razón o solo es producto de la falta de información? Lo cierto es que la Cumbre del Clima de Lima puso en evidencia los diferentes enfoques que tienen los países ricos y los pobres para frenar el calentamiento global y se logró establecer las bases de un acuerdo que se discutirá en París. Abajo el detalle.

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Después de que varios borradores de texto no lograrán el consenso y tras horas y horas de negociaciones, se consiguió adoptar un documento que logró que la cita de Lima no se convirtiera en un nuevo fiasco como el de Copenhague.

REDUCCIÓN DE EMISIÓN DE GASES DE EFECTO INVERNADERO (GEI) – Por Lenin Valencia, investigador de programa de ciudadanía de la SPDA. Un informe publicado en Noticias SER

Dentro del ámbito de lo posible, la COP20 ha logrado algo importante que, bien usado, puede ser un mecanismo de presión eficaz hacia todos los Estados (muchos de ellos cooptados por grupos económicos de poder) para avanzar hacia modelos de producción bajos en emisiones de GEI (Gases de efecto invernadero): por primera vez en 20 años, todos los Estados se comprometen a establecer metas de reducción de GEI, en función de sus circunstancias y posibilidades.

Si hasta la COP19 las metas de reducción se aplicaban solo a los países del anexo 1 (países desarrollados), desde la COP20 se espera que todos los países evalúen su capacidad de reducción de emisiones y establezcan metas (aunque estas sean voluntarias). De consolidarse esta medida en Paris, se abre una puerta para que las élites económicas y políticas de los llamados “países en vías de desarrollo”  dejen de usar como una excusa nuestra menor contribución histórica de emisiones de GEI para seguir perpetuando modos de producción que atentan contra la justicia ambiental y social.

Este cambio le da más herramientas a partidos políticos progresistas y verdes, movimientos sociales y a la ciudadanía en general, para que presionen a sus gobiernos por el establecimiento de metas ambiciosas y necesarias de reducción de GEI.

LA LLAMADA A LA ACCIÓN DE LIMA

El texto aprobado en Lima, denominado “La llamada a la Acción de Lima“, hace una referencia a las “responsabilidades comunes pero diferenciadas” de los países frente al calentamiento global, pero no especifica cómo se va hacer esa diferenciación.

Aunque también enfatiza el tema de la financiación para la adaptación de los países en desarrollo al cambio climático, para las ONG faltan claramente referencias a la obligación urgente de los países desarrollados de proporcionar financiación climática.

Y es que la financiación ha sido uno de los principales objetos de desencuentro de esta conferencia.

Según Lenin Valencia, desde la COP16 (Cancún 2010), los países industrializados se habían comprometido a implementar un fondo de financiamiento dirigido a los países “en vías de desarrollo”, que al 2020 debía llegar a los 100 mil millones de dólares anuales (100,000’000,000). Lima se abría como un espacio para fortalecer esos compromisos, estableciendo una ruta más clara de acuerdos para llegar a la meta de financiamiento del 2020. El documento final de la COP20 solo “urge” a los países desarrollados a que hagan los aportes económicos que su deuda histórica de emisiones les exige.

Uno podría pensar que la reticencia de los países más “desarrollados” a establecer una ruta clara de obligaciones para financiar este proceso de transición se relaciona con la limitada capacidad financiera (a nadie le sobra la plata) para afrontar esta crisis climática. Sin embargo, asumiendo que las correas salen del mismo cuero, vale la pena profundizar en el análisis y ver qué tipo de correas han decidido producir los países “desarrollados”, digamos en la pasada y crucial década,  en comparación con los esfuerzos por resolver el que se considera el reto más importante jamás enfrentado por la humanidad: El cambio climático.

Si nos centramos sólo en Estados Unidos (el segundo más grande emisor del mundo), este país ha “invertido” en el rescate financiero (2008 – 2010) y en la guerra en Irak (una guerra por ese petróleo que ya no deberíamos ver como fuente de energía) una cantidad que bien podría haber servido para financiar el fondo climático de 100 mil millones de dólares anuales por 67 años, ese periodo de tiempo que hoy no nos sobra. En otros términos, lo que Estados Unidos ha gastado en salvarle el pellejo a los banqueros y en financiar una guerra por petróleo (aproximadamente 6.7 billones de dólares[1]) bien podría haber sido usado para financiar, hasta el 2087, políticas de mitigación y adaptación que los países en vías de desarrollo hoy tanto necesitan. Juzgue usted, amable lector, si estamos usando bien ese cuero.

LAS ONG

Para las ONG, a pesar de que 2014 es el año más cálido jamás registrado y las evidencias del cambio climático son visibles, esta cumbre no ha cumplido con las expectativas tan optimistas con las que inició, después de que EE.UU, China y la UE anunciaran su decisión de reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero.

En opinión de la presidenta de Amigos de la Tierra Internacional, Jagoda Munic, el resultado de la cumbre “carece de valentía, justicia y solidaridad con los miles de millones de personas afectadas por el cambio climático”, ya que los países ricos y desarrollados llegaron a Lima decididos a garantizar que el resultado refleje sus intereses económicos a corto plazo.

En el trasfondo de esta cumbre está el debate sobre el modelo de desarrollo económico para el futuro, por lo que en el horizonte hacia París se vislumbra un mar lleno de turbulencias.

Cortesía: EFEVERDE y Lenin Valencia, investigador de programa de ciudadanía de la SPDA. 

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