Después de caminar por quince minutos, Otto encontró una cara conocida entre los escombros. Allí, rodeado por vidrios rotos, cartones húmedos y restos mal olientes, el muñeco de plástico todavía lograba mantener una sonrisa que ni la suciedad pudo ocultar. “Es parecido al juguete que me dieron de niño”, comentó con nostalgia.
Mientras continuó explorando en el botadero a las afueras de la ciudad de Huacho, el joven periodista se topó con cinco objetos parecidos a este, desfigurados, ocultos entre el plástico y papel. “Probablemente sus dueños decidieron lo mismo: que ya no lo necesitaban y que se transformaron en estorbos”.
Cada día en el Perú se generan más de 15 mil toneladas de basura -entre residuos de comida, botellas y juguetes- que se convirtieron en desechos debido a una serie de malas decisiones. Hay dos razones que pueden persuadir a un consumidor a elegir un producto: por necesidad o por placer, dejándo de lado la información acerca del material con el que está hecho y su origen.
“Al igual que en la compra, todos deberían estar informados sobre qué pasa con sus residuos y dónde los lleva la municipalidad. Porque allí es donde aparecen las sorpresas”, declara Paloma Roldán Ruiz, directora ejecutiva de Ciudad Saludable, una organización que se dedica a facilitar el manejo de residuos a través de la formalización de recicladores.
Muchos botaderos nacieron como puntos críticos de acopio de basura: lugares en los que carretillas o peatones acumulan sus desperdicios, exponiendo a los ciudadanos a bacterias y hongos.
El año pasado, después de las elecciones de octubre, los distritos de Comas, San Juan de Lurigancho y Villa María del Triunfo fueron declarados en emergencia sanitaria por transformar algunos de estos puntos en verdaderos focos infecciosos. Esto se debió, muchas veces, a que sus alcaldes no contaron con recursos económicos para proveer el servicio de limpieza pública.
Las municipalidades distritales son las entidades obligadas a proveer un servicio decente, y aquellos que no lo hagan, deberían asociarse con una municipalidad vecina, o dejar que la autoridad provincial se encargue de solucionar el problema.
LA BASURA EN SU LUGAR
El mejor destino para la basura es un relleno sanitario: un espacio en el que se usan capas que separan gases y líquidos de la tierra y, una vez que está lleno, es sellado con material aislante para luego convertirse en un parque de recreación, alejado de bacterias infecciosas.
El problema es que solo existen 10 rellenos sanitarios en todo el Perú y tres de ellos se encuentran en la capital, dos de los cuales están concesionados solo hasta este año.
Para Alberto Huiman, director de Peru Waste Innovation: “La visión del país es muy lenta debido a que según el Plan Anual de Residuos, todo el país debería contar con el 100% de disposición final segura para el 2021 y apenas estamos en menos del 0.01%”.
Ya existen proyectos que impulsan el cierre de botaderos, pero la voluntad de las autoridades no es suficiente.
Las municipalidades tienen un servicio deficiente de limpieza a pesar de que cuentan con todos los instrumentos formales para una buena ejecución. Solo el 5% de ellas tiene un plan de cierre y recuperación de basurales.
Afortunadamente, Huacho es una de ellas. Pronto, los restos serán transportados a un relleno sanitario, y esas hectáreas de tierra quedarán vacías a causa de las condiciones insalubres que impiden que se construyan nuevos proyectos.
También se quedarán sin empleo las decenas de personas que trabajan ahí, sin protección y expuestas a diversas enfermedades. Después de todo, un botadero no es nada más que el resultado de la desinformación de un consumidor y de un alcalde.
Por: Carmen Contreras/Cambia.pe
Fotos: Natalia Queirolo/Cambia.pe