Por Berenice Adrianzén
Este 22 de abril es el Día de la Tierra, celebración que nace en Estados Unidos en 1970 luego de una intensa década marcada por el activismo ambiental. El primer Día de la Tierra movilizó a 20 millones de estadounidenses.
El senador estadounidense por Wisconsin Gaylord Anton Nelson (1916-2005) logró que el Gobierno declarara el 22 de abril como el Día de la Tierra y además que ese mismo 1970 emitiera leyes en torno al cuidado del aire, agua y especies en peligro de extinción, además de la creación de la Agencia de Protección Ambiental (Environmental Protection Agency – EPA)
Exactamente 20 años después, en 1990, la celebración del Día de la Tierra congregaba a 200 millones de personas en 142 países de todo el mundo. Sin duda alguna, hechos como este lograron ir posicionando la necesidad de una política ambiental global.
En este segundo milenio, cuando el contexto global lamentablemente ya no es el llamado a la prevención sino a la mitigación y adaptación al cambio climático, el Día de la Tierra resulta una fecha muy importante para todos, pues nos convoca a repensar nuestra relación cotidiana con nuestro planeta y con los que lo habitan.
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Pequeños actos como retomar las canastas o bolsos para ir al mercado, dejar de pedir bolsas plásticas, comprar bebidas en botellas de vidrio o envases retornables, olvidar los platos, vasos y cubiertos descartables cuando hacemos un evento pueden marcar diferencias. Quizás podríamos tomarnos 10 segundos más para pensar si lo que vamos a comprar es necesario, o si podemos darle una segunda oportunidad a aquello que queremos descartar y que, de descartarlo, se convertirá en un residuo.
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Por más pequeña que suene cada acción cuando las multiplicamos por los más de 7.000 millones de habitantes que tiene esta Tierra se puede hacer la diferencia.
Reconocemos, por supuesto, el impacto de acciones individuales que generan un gran eco y contribuyen así a cambiar la manera de pensar de muchos de nosotros y a cuestionar cómo vemos y entablamos nuestra relación con la Tierra. Nuestra compatriota Máxima Acuña , la recientemente fallecida Berta Cáceres y Gaylord Anton Nelson son ejemplos de ello.
(Foto de portada: Entrer dans le rêve / Flickr bajo licencia Creative Commons)